¿Para qué complicar lo sencillo?

 

 


A veces, en la vida y en el trabajo, nos encontramos atrapados en un océano de complejidades que, sinceramente, podrían evitarse y así permitirnos disfrutar más del día a día.

Es como si tuviéramos una necesidad innata de convertir lo simple en complicado. Pero, ¿realmente necesitamos hacerlo?

Desde mi mirada como coach profesional, tanto de vida como ejecutivo, la simplicidad es un valor fundamental. Vivimos en un mundo que a menudo glorifica lo complicado. Creemos que cuanto más difícil sea algo, más valioso es. Que cuanto más complicada una conferencia o una explicación, más precisa es.

Pero, en realidad, la simplicidad no solo es hermosa; es efectiva.Y esa es la magia que contiene.

Imaginate trabajando en un proyecto. Tienes un montón de ideas y, en lugar de elegir la más sencilla, te enfrentas a un laberinto de opciones complejas. Cada detalle parece crucial y, al final ya estás estrasado y sin rumbo. Aquí es donde la sencillez puede hacer maravillas. Nos ayuda a volver a lo básico: ¿cuál es el objetivo principal? ¿Qué necesitamos realmente para lograrlo?

Voy a ser tajante, quiero desmitificar a la complejidad. Ya que no siempre se traduce en precisión. A menudo, la exigencia  autoimpuesta de hacer las cosas "perfectas" nos lleva a crear procesos complicados que solo nos estresan. Desde los logros y las realizaciones, promovemos la idea de que "hecho es mejor que perfecto". Un enfoque más sencillo y directo no solo nos ahorra tiempo, sino que también nos permite adaptarnos más rápidamente a los cambios.

Un buen ejemplo de esto es el famoso empresario Steve Jobs. Su visión de productos sencillos, como el iPhone, se basó en eliminar el ruido y centrarse en lo que realmente importaba. Jobs solía decir que "la simplicidad es la máxima sofisticación". Su enfoque fue claro: crear dispositivos que no solo fueran funcionales, sino también intuitivos y fáciles de usar.

Recuerdo una conversación que tuve con un amigo que trabajaba en una empresa de tecnología. Se encontraba atrapado en un proyecto que parecía volverse cada vez más complicado. Cada reunión se llenaba de tecnicismos y procesos engorrosos. Un día, decidió que era hora de cambiar de enfoque. En lugar de continuar con la misma dinámica, organizó una reunión donde invitó a todos a escribir en una pizarra las ideas más simples que tenían para el proyecto.

Se sorprendió y mucho, a medida que comenzaron a compartir, se dieron cuenta de que muchos de los problemas se resolvían con soluciones sencillas. Al final de la reunión, no solo tenían un plan más claro, sino que también habían reavivado su entusiasmo por el proyecto. Este pequeño giro hacia la simplicidad hizo toda la diferencia.

Por lo tanto mi conclusión es:

¿Para qué complicar lo sencillo? En un mundo lleno de ruido, volver a lo básico puede ser la clave para lograr un cambio significativo, tanto en nuestra vida personal como profesional. A veces, es bueno recordar que menos es más. En vez de dejar que la complejidad nos abrume, abracemos la simplicidad y observemos cómo nos lleva a resultados más efectivos y satisfactorios y a un estilo de vida más desestrasado y ameno con nosotros mismos y los demás.

¡Espero que este post te haya inspirado a simplificar y encontrar lo esencial en lo que haces y quieres lograr!




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