Una fila y el musico
El viento del mediodía se hacía sentir mientras alborotaba mi cabello.
Lo bueno de esperar en fila en la calle fue que estaba justo frente a un local de plantas, así que me tomé todo ese tiempo para disfrutar de las variedades flores expuestas.
Llegando casi a la puerta del banco, estaba parado el señor ciego que suele ir para recibir algunas donaciones. Con su ropa gastada y su guitarra que conoció mejores momentos nos alegraba con una música maravillosa, tenía un repertorio amplio, le ponía emoción y sabía muy bien tocar su instrumento.
En todos esos minutos las melodías se deslizaban por el aire, impulsadas por dedos gastados y cansados.
Finalmente comenzaron a escaparse, casi imperceptibles, casi silenciosas.
Me acerqué a entregarle algunos billetes y sobre todo a agradecerle.
Su música tan alegre hacía mi espera mas placentera.
Luego de escucharme, comenzó vivamente a tocar una serie de piezas, una mejor que la otra y hasta cantó una milonga.
Unas pocas palabras y una ayuda económica le dieron agilidad a sus dedos, esperanza a su corazón y la alegría de haber hecho algo por alguien a una señora que estaba con frío haciendo su fila para ir al cajero automático.
Que fácil es dar, es un pequeño gesto que aporta gran impacto, beneficia al receptor pero mas que nada al dador. Le dio unas notas de ternura a mi caminata de regreso.
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