Siembra y cosecha
Hay un versículo que siempre viene a mi mente, en diferentes circunstancias.
En la versión Reina Valera dice así:
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Gal. 6:9 Hoy lo vivencié, una vez mas. Pero para darles contexto debo contarles que hace unos 3 años, mientras caminábamos desde el centro de la ciudad hacia nuestra casa, encontramos una billetera en plena calle. No sobre la vereda peatonal, sino en la calle por donde van los autos. Mi esposo se agachó rápidamente y la recogió. Nos quedamos parados en la esquina durante mucho rato, con la billetera en la mano, aguardando que algún transeúnte regresara buscándola. Se hizo tarde, tuvimos que regresar y nadie la reclamó. Apenas llegar, comencé a revisar cada bolsillo y lugarcito en busca de algún documento, algún nombre. Finalmente lo encontré y además figuraba en la guía telefónica. Rápidamente llamé y dejé un mensaje para la señora que teníamos lo que estaba buscando, sin decir que era, para asegurarnos que quien la buscara fuera quien la había perdido. En el interior había documentos y la suma de dinero para pagar el alquiler de esta persona. Cuando nos llamó, se sintió aliviada, y por la tarde, nos encontramos para la devolución. Sumamente agradecida, no podía contener la alegría que la embargaba, le habíamos devuelto la posibilidad de pagar su alquiler. Hoy, estaba exhausta, el mediodía fue inusualmente agobiante y cálido, a la salida del gym aproveché a hacer las compras. Regresé a casa con dos bolsas pesadas y las piernas que apenas se movían, me pesaban mientras subía la escalera. Antes de colocar la llave, sentí que la sangre se me agolpaba en las sienes, y un frio en el estómago. Ya conocía bien esa emoción. Olvidé la mochila en el carrito de las compras del establecimiento. No tenía energía, aún así dejé las compras y salí a toda velocidad para tomar nuevamente el ómnibus y regresar al comercio. Solo podía repasar en mi mente que realmente había hecho todo lo que estaba a mi alcance, elevé una oración y tranquilamente caminé esas cuadras. Cuando vi la cara amiga de la vendedora y comencé a explicarle, no terminé mis palabras....allí estaba mi mochila, mis documentos, mis tarjetas, mi celular, hasta mi botella de agua. Agradecí y partí para casa. Al entrar, este versículo, vívidamente cobró sentido. No nos cansemos de hacer el bien, y añado porque lo que mismo sembramos cosechamos. |
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